Oración a San Judas Tadeo

El Santo Patrón de las Causas Perdidas

San Judas Tadeo es patrón de las situaciones desesperadas o imposibles y de las causas perdidas. San Judas Tadeo, es un santo muy venerado en la tradición católica. Celebramos la festividad de San Judas Tadeo el 28 de octubre, su fiesta es un momento de júbilo y alegría, especialmente para aquellos que enfrentan desafíos aparentemente insuperables.

Habitualmente se le llama San Judas Tadeo para distinguirlo de Judas Iscariote, quien traicionó a Jesús. San Judas Tadeo procedía de Nazaret y era hijo de María de Cleofás, una de las tres mujeres piadosas que estuvieron presentes con María en el Calvario junto a la Cruz de Jesús.

San Judas Tadeo era primo de Jesús y hermano de Santiago el Menor, otro de los apóstoles. Después de la muerte y resurrección de Jesús, San Judas Tadeo viajó extensamente para predicar el Evangelio, llegando a lugares como Mesopotamia y Persia. Según la tradición, San Judas Tadeo fue martirizado junto a Simón el Zelote en Persia.

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A San Judas Tadeo se le representa en el arte con una gran variedad iconográfica. Se le personificó con alabarda, hacha o espada hasta el siglo XIV, después se le representó con una maza que se supone que fue la herramienta con la que sufrio el martirio. También, se suele representar a San Judas Tadeo con una «regla doblada» que sería una representación estilizada del sable shamsir, arma que se atribuye a su decapitación. Con frecuencia sus representaciones portan una imagen de Jesús con forma de medallón en el pecho, en recuerdo de la leyenda contenida en el libro «La Leyenda Dorada», según la cual este apóstol habría llevado el mandylion a la corte del rey Abgaro V de Edesa para sanarle. También se le representa con una llama de fuego sobre su cabeza, recordando su presencia en Pentecostés, y un libro o rollo en representación de la epístola de Judas, uno de los libros canónicos.

Oraciones a San Judas Tadeo

En muchos lugares, San Judas es venerado como un poderoso defensor en tiempos de gran necesidad. Su imagen suele ser llevada por personas que buscan alivio y consuelo en momentos difíciles. La oración a San Judas Tadeo es un testimonio del papel perdurable del santo como un faro de esperanza para aquellos en apuros.

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Oración de consagración a San Judas Tadeo

San Judas, Apóstol de Cristo y Mártir glorioso, deseo honrarte con especial devoción. Te acojo como mi patrón. Te encomiendo mi alma y mi cuerpo, todos mis intereses espirituales y temporales y asimismo los de mi familia. Te consagro mi mente para que en todo proceda a la luz de la fe, mi corazón para que lo guardes puro y lleno de amor a Jesús y María, mi voluntad para que, como la tuya, esté siempre unida a la voluntad de Dios. Te suplico me ayudes a dominar mis malas inclinaciones y tentaciones evitando todas las ocasiones de pecado. Obténme la gracia de no ofender a Dios jamás, de cumplir fielmente con todas las obligaciones de mi estado de vida y practicar las virtudes necesarias para salvarme. Ruega por mi Santo Patrón y auxilio mío, para que, inspirado con tu ejemplo y asistido por tu intercesión, pueda llevar una vida santa, tener una muerte dichosa y alcanzar la gloria del Cielo donde se ama y da gracias a Dios eternamente. Amén.

Oración a San Judas Tadeo

Apóstol gloriosísimo de Nuestro Señor Jesucristo, aclamado por los fieles con el dulce título de abogado de los casos desesperados, hazme sentir tu intercesión aliviando la gravísima necesidad en que me encuentro (hágase la petición). Por el estrecho parentesco que te hace primo hermano de Nuestro Señor Jesucristo, por las privaciones y fatigas que por Él sufriste, por el heroico martirio que aceptaste gustoso por Su amor, por la promesa que el divino Salvador hizo a Santa Brígida de consolar a los fieles que acudiesen a tu intercesión, obtenme del Dios de las misericordias y de su Madre Santísima la gracia que con ilimitada confianza te pido a Ti, Padre mío bondadosímo, seguro que me la obtendrás siempre que convenga a la gloria de Dios y bien de mi alma.

Glorioso Apóstol San Judas Tadeo, ruega por nosotros. Amén.

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Oración a San Judas Tadeo para Casos Difíciles y Desesperados

Oh glorioso Apóstol San Judas Tadeo, siervo fiel y amigo de Jesús, el nombre del traidor ha sido causa de que fueses olvidado de muchos, pero la Iglesia te honra y te invoca como patrón de las causas difíciles y desesperadas. Ruega por mí para que reciba yo los consuelos y el socorro del cielo en todas mis necesidades, tribulaciones y sufrimientos, particularmente (hágase la petición), y para que pueda yo bendecir a Dios en tu compañía y con los demás elegidos por toda la eternidad.

Glorioso Apóstol, San Judas Tadeo, por amor a Jesús y a María, escucha mi oración y a cuantos con fervor te invocan. Amén.

San Judas Tadeo ocupa un lugar especial en el corazón de los fieles. Las iglesias dedicadas a su memoria sirven como santuarios donde las personas pueden ofrecer sus oraciones y buscar su intercesión. La influencia de San Judas Tadeo se extiende más allá de la observancia religiosa. Se ha convertido en un referente para la santidad, que representa el espíritu humano perdurable que persevera contra todo pronóstico. Su historia inspira a innumerables personas a mantener la fe y la esperanza, incluso cuando se enfrentan a las circunstancias más difíciles.

San Judas Tadeo en la Biblia

«Le dijo Judas, no el Iscariote: Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?. Respondió Jesús y le dijo: El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él» – Juan 14,22-23 Sagrada Biblia versión oficial de la Conferencia Episcopal Española

San Judas Tadeo es llamado en la Biblia con dos nombres distintos. Mientras en los Evangelios de Mateo y de Marcos le llaman simplemente «Tadeo» o su variante «Lebeo».

«Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo» – Mateo 10,2-3

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Sin embargo,​ Lucas en su Evangelio y en los Hechos de los apóstoles le llama «Judas de Santiago»

«Cuando llegaron, subieron a la sala superior, donde se alojaban: Pedro y Juan y Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas el de Santiago» – Hechos de los apóstoles 1, 13

Vida y legado de San Judas Tadeo

San Judas fue uno de los Doce Apóstoles de Jesús y a menudo se le representa sosteniendo una imagen de Cristo, o un garrote, indicativo de su martirio. Se cree que fue el autor de la Carta de Judas, uno de los libros más breves del Nuevo Testamento, y se cree que fue martirizado en Beirut alrededor del año 65 d.C. Su asociación con situaciones desesperadas se originó en un relato antiguo en el que se dice que curó al rey Abgar V de Edesa mediante el poder de la fe. Este acontecimiento milagroso cimentó su reputación como intercesor de los desesperanzados y desesperados.

A continuación aparece un extracto del libro «The Golden Legend» or «Lives of the Saints»:

El significado del nombre de Judas

Judas es tanto decir como confesar o glorioso; o Judas es tanto decir como dar alegría. Porque tenía confesión de fe, gloria de reinado y gloria del gozo eterno. Este Judas recibió muchos nombres. Le decían Judas Jacobo, porque era hermano de Jacobo el Menor, y le llamaban Tadeo, que es tanto como tomar un príncipe; o Tadea se dice de Tadea, que es una vestidura, y de Deus, que es Dios, porque era vestidura real de Dios por ornamento de las virtudes, por la cual tomó a Cristo príncipe. También se le dice en la Historia Eclesiástica, Lebbæus, que es tanto como decir corazón, o adorador del corazón. O se dice Lebbæus de lebes, que es vaso de corazón por gran dureza, o adorador del corazón por pureza, vaso por plenitud de gracia, porque merecía ser vaso de virtudes y caldero de gracia. Y Abdías, obispo de Babilonia, ordenado por los apóstoles, escribió su pasión y leyenda en griego, y Tropæus, el discípulo de Abdías, la tradujo del griego al latín. Y lo llamaron Africano.

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Historia de San Judas Tadeo

El rey Abgaro

Simón Cananeo y Judas Tadeo eran hermanos de Santiago el Menor e hijos de María Cleofás, que estaba casada con Alfeo. Y Judas fue enviado por Tomás al rey Abgaro de Edesa después de la ascensión de nuestro Señor. Y se lee en la Escolástica de Historia que dicho Abgaro envió una epístola a nuestro Señor Jesucristo de esta manera. Abgaro hijo de Eucanías envía saludo a Jesús, bendito Salvador, que aparece en los lugares de Jerusalén. He oído hablar de ti, y que las curaciones y recuperaciones que haces y haces, son sin medicinas ni hierbas, y que haces que los ciegos vean con tu sola palabra, y que los cojos vayan, que los enfermos se curen y se hagan sanos y que los cadáveres vuelvan a vivir. Lo que oí de ti, pensé en mi coraje que eres uno de dos, es decir, que eres Dios que descendió del cielo para hacer esto, o que eres el hijo de Dios que hace tales cosas. Por tanto, te ruego, escribiéndote, que te esfuerces tanto como para venir a mí y curarme de mi enfermedad, que desde hace mucho tiempo me aflige. Y he oído decir que los judíos murmuran contra ti y acechan contra ti. Venid, pues, a mí, que tengo una ciudad pequeña, pero es honesta y nos bastará a ambos.

Nuestro Señor Jesús le respondió escribiendo estas palabras: Bienaventurado tú que has creído en mí sin haberme visto. De mí está escrito que los que no me ven, creerán en mí, y los que me ven, no creerán. De lo que me has escrito que iré a ti, me corresponde cumplir aquello para lo que soy enviado, y después ser recibido de aquel de quien soy enviado. Cuando ascienda, te enviaré a uno de mis discípulos para que te sane y te vivifique.

La pintura del rostro de Jesús

Esto está escrito en la Historia Eclesiástica. Y cuando Abgaro vio que no podía ver a Dios en un futuro, como se dice en una historia antigua, como testifica Juan Damasceno en su libro cuarto, envió un pintor a Jesucristo para que pintara la imagen de nuestro Señor, hasta el fin. que al menos pudiera verle por su imagen, a quien no pudiera ver en su rostro. Y cuando vino el pintor, a causa del gran esplendor y luz que brillaba en el rostro de nuestro Señor Jesucristo, no pudo contemplarlo, ni pudo falsificarlo con ninguna figura. Y cuando nuestro Señor vio esto, tomó del pintor un lienzo y lo puso sobre su rostro, y grabó en él la fisonomía misma de su rostro, y se lo envió al rey Abgaro, que tanto lo deseaba.

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El poder de la carta de Jesús

Y en la misma historia está contenido cómo se imaginó esta imagen. Tenía buenos ojos, buena frente, rostro alargado o alegre e inclinado, lo cual es signo de madurez o tristeza madura. Esa epístola de nuestro Señor Jesucristo es de tal virtud, que en la ciudad de Edesa ningún hereje ni ningún renegado puede vivir en ella, ni ningún tirano puede entristecerla. Porque si algún pueblo viene contra aquella ciudad por la fuerza de las armas, un niño se parará en la puerta y leerá esa epístola, y ese mismo día, o los enemigos huirán y tendrán miedo, o harán la paz con los de la ciudad. Y como se dice: Esto se ha hecho. Pero esta ciudad ha sido tomada por los sarracenos y tocada de tal manera, que por la multiplicación de los pecados se pierde este beneficio.

La misión de San Judas Tadeo

También se lee en la Historia Eclesiástica que cuando nuestro Señor ascendió al cielo, el apóstol Tomás envió a Tadeo, que era Judas, al rey Abgaro, según la promesa de nuestro Señor. Y cuando vino a él y le dijo que era un mensajero de nuestro Señor Jesucristo, que había prometido enviarle uno, entonces Abgaro vio en el rostro de Tadeo un brillo maravilloso y piadoso. Y cuando lo vio, todo avergonzado y temeroso, adoró a nuestro Señor diciendo: En verdad, tú eres el discípulo de Jesucristo, Hijo de Dios, el cual me envió palabra para que me enviara uno de sus discípulos que debe sanarme y darme vida. A quien Tadeo dijo: Si crees en el Hijo de Dios, tendrás todos los deseos de tu corazón. Y Abgaro dijo: Creo en él, en verdad, y a los judíos que lo mataron, con mucho gusto los mataría si me fuera posible y tuviera poder, aunque la autoridad lo permitiera. Y como se lee en algunos lugares y libros, que Abgaro era leproso, y Tadeo tomó la epístola de nuestro Salvador, y frotó y frotó con ella el rostro de Abgaro, y al poco tiempo recibió plena salud.

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San Judas Tadeo y San Simón asesoran al duque Baradach

Judas predicó primero en Mesopotamia y en el Ponto, y Simón predicó en Egipto, y de allí llegaron a Persia, y encontraron allí a dos hechiceros, Zaroes y Arfaxat, a quienes San Mateo había expulsado de Etiopía. Y encontró allí también a Baradach, duque de los reyes de Babilonia, que iba a ir a la batalla contra los de la India, y no podía recibir respuesta de sus dioses. Y entonces fueron al templo cerca de la ciudad, y allí les respondieron que no podían responder porque los apóstoles habían venido. Entonces el duque preguntó por ellos, los encontró y les preguntó por qué habían venido y qué eran. El cual respondió: Si exiges de nuestro linaje, seamos hebreos, y si exiges de nuestra condición, seamos siervos de Jesucristo, y si exiges de qué venimos, seamos para tu salud. A lo cual el duque respondió: Cuando regrese gozoso de la batalla te oiré. A lo cual los apóstoles dijeron: Más te conviene conocer ahora a Aquel mediante quien vencerás y apaciguarás a los que te son rebeldes. Y el duque respondió: Te veo más poderoso que nuestros dioses; Te ruego que nos digas antes del final de la batalla. Y los apóstoles dijeron: Porque sabes que tus dioses son mentirosos, les mandamos que den respuesta a lo que demandas, porque cuando lo tengan, probaremos que han mentido. Entonces los ídolos dijeron que la batalla sería grande y que muchos pueblos serían derrotados de ambos lados. Y entonces los apóstoles se echaron a reír y el duque les dijo: Yo tengo miedo y vosotros os reís. Y los apóstoles dijeron: No dudéis nada, porque se hará la paz entre vosotros, y mañana a la hora de tercia vendrán los mensajeros de los medos, y los someterán a vuestro poder en paz.

Los hechiceros conspiran

Y entonces los obispos de los ídolos se rieron mucho y dijeron al duque: Estos hombres aquí te quieren asegurar que creas tontamente y que seas arrebatado de tus adversarios. Y los apóstoles dijeron: Nosotros decimos que no permanezcas un mes, sino sólo un día, y en paz serás vencedor de todos. Entonces el duque hizo guardar a unos y a otros, para que los que decían la verdad fueran honrados y los mentirosos castigados. Entonces a la mañana, como habían dicho los apóstoles, sucedió que el duque quiso quemar a los obispos de los ídolos, pero los apóstoles le permitieron que no los matara, porque no habían venido para matar sino para para revivir a los muertos. Y entonces el duque se maravilló mucho de que no quisieran que los mataran y no recibieran ninguno de sus bienes, y los trajo al rey y dijo: Estos son dioses escondidos en forma de hombres. Y cuando le hubo contado todo en presencia de sus hechiceros, los hechiceros, movidos por la envidia, dijeron que eran hombres maliciosos y perversos, y se proponían sutilmente alguna malicia contra el reino. Entonces el duque les dijo: Ahora si os atrevéis, ensayad y disputad con ellos. Y los hechiceros dijeron: Si quieres, verás que ahora no hablen. Estando nosotros presentes, haz que vengan aquí hombres que sean elocuentes y que sepan hablar bien. Y si se atreven a hablar delante de nosotros, despreciadnos y decir que somos tontos.

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Y entonces fueron llevados ante ellos muchos abogados, y al poco tiempo quedaron mudos ante los hechiceros, para que por señales no demostraran que no podían hablar. Entonces dijeron los hechiceros al rey: Para que sepas que somos dioses, les dejaremos hablar, pero no segarán, y entonces les daremos su marcha y les quitaremos la vista, y pero sus ojos estarán abiertos. Y cuando hubieron hecho todas estas cosas, el duque trajo a los abogados todos confundidos ante los apóstoles, y cuando los abogados vieron a los apóstoles tan mal vestidos, sintieron de ellos gran desprecio en su valentía. A lo cual Simón dijo: Muchas veces sucede que en cofres de oro labrado con piedras preciosas se guardan cosas malas, y en cofres de árbol se guardan anillos de oro y piedras preciosas. Prometed que abandonaréis los ídolos y adoraréis a un solo Dios invisible, y haremos la señal de la cruz en vuestras frentes, y entonces segaréis a estos hechiceros. Y cuando estos abogados hubieron renunciado a los ídolos y fueron marcados en la frente con la señal de la cruz, entraron de nuevo al rey delante de los hechiceros. Entonces no fueron vencidos por los hechiceros, sino que los avergonzaron abiertamente delante del rey y de todo el pueblo.

Entonces los hechiceros se enojaron e hicieron venir una gran multitud de serpientes. Entonces los apóstoles vinieron en seguida por orden del rey, y llenaron sus mantos con las serpientes, y las arrojaron contra los hechiceros, diciendo: No os mováis en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, sino sed destrozados y golpeados, para que así sea. que lloréis y rebuznéis al mostrar la pena y el dolor que sufrís. Y luego, cuando las serpientes mordieron y comieron la carne de los hechiceros, ellos lloraron y aullaron como lobos, y el rey y los demás rogaron a los apóstoles que les permitieran morir con las serpientes. Y los apóstoles respondieron que habían sido llamados para sacar a los hombres de la muerte a la vida, y no de la vida a la muerte. Entonces hicieron sus oraciones y ordenaron a las serpientes que les quitaran nuevamente el veneno que habían derramado y regresaran nuevamente a los lugares de donde habían venido. Y los hechiceros sintieron mayor dolor cuando volvieron a sacar su veneno, que la primera vez que los mordieron. Y los apóstoles les dijeron: Tres días sentiréis este dolor, y al tercer día estaréis sanos, para que os apartéis de vuestra malicia. Y cuando habían sido atormentados por tres días sin comida ni bebida y sin dormir, los apóstoles vinieron a ellos y dijeron: Dios no se digna tener servicio por la fuerza, y por eso levántense todos sanos y sigan su camino, tienen poder para hacer lo que lo harás. Y ellos, permaneciendo en su malicia, se levantaron y huyeron de los apóstoles, y se movieron contra ellos casi toda Babilonia.

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El santo diácono

Después, la hija de un duque concibió un hijo por fornicación, y al liberarlo difamó a un santo diácono, y dijo que él la había deshonrado y ella había concebido de él. Y cuando sus amigos querían matar al diácono, vinieron los apóstoles y preguntaron cuándo había nacido el niño. Y dijeron: Ayer, a la primera hora del día. Y los apóstoles dijeron: Traednos al niño, y también al diácono a quien acusáis. Y hecho esto, los apóstoles dijeron al niño: Dinos en el nombre de nuestro Señor si este diácono ha hecho este hecho, y el niño respondió: Este diácono es un hombre casto y santo, y nunca ha contaminado su carne. Y entonces los padres y amigos exigieron que el apóstol preguntara quién había cometido ese delito. Ellos respondieron: Nos corresponde disculpar a los inocentes y no traicionar ni dañar a los culpables. Aconteció aquella vez que dos tigres crueles, que estaban encerrados en un hoyo, salieron y devoraron a todos los que encontraron y encontraron, y entonces los apóstoles vinieron a ellos y los hicieron mansos y amables, en el nombre de nuestro Señor, como si hubieran sido ovejas o corderos. Y entonces los apóstoles hubieran partido de allí, pero fueron retenidos por las oraciones de modo que permanecieron allí un año y tres meses, y en ese espacio de tiempo fueron bautizados el rey y más de sesenta mil hombres, sin hijos.

Martirio de San Judas Tadeo y San Simón

Y los mencionados hechiceros entraron en una ciudad llamada Suamar, donde había setenta obispos de ídolos, a quienes movilizaron contra los apóstoles, para que cuando llegaran allí, o hicieran sacrificios a los ídolos o fueran asesinados. Y cuando los apóstoles hubieron recorrido la provincia, llegaron a dicha ciudad, y al momento todos los obispos y el pueblo los tomaron y los trajeron al templo del sol. Y los demonios comenzaron a gritar en los simulacros: ¿Qué nos harán estos apóstoles del Dios vivo? ¡Mira! cómo seremos quemados por las llamas al entrar en esta ciudad. Y entonces el ángel de nuestro Señor se apareció a los apóstoles, y les dijo: Escoged entre dos cosas, esta, es decir, que este pueblo muera repentinamente o sea asesinado, o que vosotros seáis martirizados. A quienes dijeron: Queremos que los conviertas aquí y nos conduzcas al dolor del martirio.

Y entonces mandaron silencio, y los apóstoles dijeron: Para que sepáis que estos ídolos están llenos de demonios, les mandamos que salgan, y que cada uno rompa y destruya su falsa imagen. Y al momento salieron de los ídolos dos etíopes, negros y desnudos, viendo todo el pueblo que estaban avergonzados, y todos quebraban sus ídolos, y se marchaban gritando cruelmente. Y cuando los obispos vieron esto, corrieron hacia los apóstoles y al instante los mataron a tajos. Y aquella misma hora, que era de buen tiempo, vinieron tan grandes truenos y relámpagos, que el templo fue partido en tres, y los dos hechiceros se convirtieron en carbones al golpe del trueno. Y el rey llevó los cuerpos de los apóstoles a su ciudad, e hizo una iglesia de maravillosa grandeza en honor de ellos.

Traducción propia al español de un extracto del libro «The Golden Legend» or «Lives of the Saints» compilado por Jacobus de Voragine, arzobispo de Génova, 1275. Primera edición publicada en 1470. Traducido al inglés por William Caxton, primera edición en 1483, editado por F.S. Ellis, Temple Classics, 1900 (reimpreso en 1922, 1931) fuente.

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Novena a San Judas Tadeo

El autor de esta novena es Charles W. Dahm, O.P. Pese a conocerse poco de la vida de San Judas Tadeo, esta novena ilumina aspectos de su vida mediante diversas escenas tomadas de los evangelios a las cuales debió asistir como testigo privilegiado.

Día primero – San Judas Tadeo, el sanador poderoso

San Judas acompañó a Jesús por las aldeas de Israel y fue testigo de su poder de sanación. Tal vez, el vio a Jesús curar a los diez leprosos, sanar a una mujer sufriendo hemorragias, resucitar a los muertos. Cuando el pobre ciego gritó: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» (Lucas 18,39). San Judas probablemente oyó a Jesús contestar: «Recobra la vista, tu fe te ha salvado» (Lucas 18,42)

San Judas fue uno de los discípulos a quienes Jesús «les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos» (Lucas 9,1-2). Los envió de dos en dos, y ellos se quedaron admirados porque «echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban» (Marcos 6,13).

Tal vez dudamos que Dios quiera lo mejor para nosotros. Puede ser que a veces pensemos que nuestro sufrimiento o enfermedad es un castigo de Dios por nuestros pecados. Nos olvidamos como Jesús trabajaba incansablemente para sanar a los enfermos. Cuando Jesús curó al hombre que nació ciego, explicó: «Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios» (Juan 9,3).

San Judas entendió que el deseo del Señor era sanar a la gente. Después de la ascensión de Jesús, San Judas y los otros apóstoles «se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban» (Marcos 16,20). Las palabras de Jesús durante la última cena se cumplieron en San Judas, «En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre» (Juan 14,12).

Día segundo – San Judas Tadeo, Apóstol de Oración

Oración

San Judas, tú fuiste testigo del poder sanador de nuestro Señor, Jesús. Tú viste su compasión por los enfermos y moribundos. Tú mismo tocaste a los enfermos, compartiste los dolores de los afligidos, y animaste a los desconsolados. Tú recibiste la autoridad y el poder de Jesús para hacer maravillas, curar a los incurables, y restaurar a los incapacitados. Te pedimos que intercedas ante nuestro hermano, Jesús, para que envíe su gracia para sanar a los enfermos y afligidos, para levantar a los espíritus caídos, y para infundir esperanza a los corazones desesperados. Amén.

Compromiso

Prometo que de alguna manera llevaré la buena nueva del amor de Dios a una persona enferma.

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Jesús enseñó a San Judas cómo rezar y cómo orar con una fe que puede trasladar montañas. Su oración fue inspirada por las palabras de Jesús: «Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre» (Lucas 11,9-10).

A veces pensamos que Dios nos ha abandonado o que nuestras oraciones no fueron escuchadas. San Judas, al contrario, oraba con la confianza inculcada por la enseñanza de Jesús: «Fijaos cómo crecen los lirios, no se fatigan ni hilan; pues os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! Y vosotros no andéis buscando qué vais a comer o qué vais a beber, ni estéis preocupados. La gente del mundo se afana por todas esas cosas, pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas. Buscad más bien su reino, y lo demás se os dará por añadidura» (Lucas 12,27-31).

Aunque no entendamos totalmente los caminos de Dios, nos ponemos en sus manos con mucha confianza, como Jesús mismo lo hizo. San Judas estuvo con Jesús la noche en que el Señor oró en el huerto. Allí, en su agonía de oración, Jesús enseñó a sus apóstoles cómo rezar: «Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú» (Mateo 26,39).

Cuando somos insistentes pero confiados en nuestra oración, permitimos que nuestra oración transforme nuestras vidas. Abrimos nuestros corazones al espíritu de Dios, aceptando los desafíos que Dios nos envía y generosamente comprometiéndonos a imitar a Jesús. San Judas entendió las palabras del Señor: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 7,21).

Oración

San Judas, por medio de oración alababas a Dios por las obras maravillosas de Jesús. Pediste a Dios la fuerza para enfrentar los retos de tu apostolado. Pusiste tu confianza en la misericordia de Dios, creyendo firmemente que Dios te amaba y entendía tus penas y alegrías, tus sueños y miedos, tus triunfos y fracasos. Comprendiste que nada es imposible para Dios. Te pedimos que ores por nosotros delante del Altísimo para que nos llene con su fuerza, entendamos su voluntad para nosotros, y con mucha confianza nos coloquemos en sus manos amorosas. Amén.

Compromiso

Me comprometo de nuevo a orar con más confianza para que siempre se haga la voluntad de Dios en mí.

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Día tercero – San Judas Tadeo, Paciente en el Sufrimiento

Como los demás apóstoles, San Judas sufrió un martirio por su compromiso de llevar a cabo la misión de nuestro Señor, Jesucristo. Aceptó el reto de Jesús, «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga» (Lucas 9,23)

San Judas compartió sus sufrimientos con el Señor. Le escuchó decir, «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mateo 11,28-30)

San Judas creía que sus sufrimientos estaban unidos a los de Jesucristo y, por eso, tenían valor redentor. San Pablo declaró, «Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia» (Colosenses 1,24)

San Judas era humano. Sentía dolor como nosotros. Pero se acordaba del sufrimiento de Jesús, su sentido de abandono en la cruz cuando gritó, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mateo 27,46). Estas memorias le ayudaron a aguantar el dolor porque él sabia que sufría en comunión con el Señor.

En nuestros sufrimientos reflexionamos sobre los de nuestro Salvador, Jesucristo. Le escupieron, fue azotado, coronado con espinas y clavado en la cruz donde se quedó colgado por tres horas. Tal vez el sufrimiento más doloroso que atravesó su corazón fue el rechazo de parte de los líderes del pueblo y el abandono por sus amigos. Sin embargo, Jesús se mantuvo fiel hasta el final cuando gritó, «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lucas 23,46).

Oración

San Judas, tú te mantuviste fiel al Señor hasta la muerte. Entregaste tu vida para que otros pudieran vivir. Aguantaste el dolor físico y el abandono espiritual. Pero, te alegraste por poder unir tus sufrimientos a los de nuestro Salvador Jesús , y así compartiste en la redención del mundo . Ahora te pedimos que intercedas con nuestro hermano, Jesucristo, para que nosotros también podamos ser fieles en nuestros sufrimientos. Ayúdanos a confiar en Dios y poner nuestras vidas en sus manos. Amén.

Compromiso

Juntaré todos mis sufrimientos y dolores a los de Jesucristo para la redención del mundo y animaré a otra persona que está sufriendo.

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Día cuarto – San Judas, Campeón de Justicia y Paz

Al acompañar a Jesús y al escuchar su enseñanza, San Judas aprendió cómo luchar por la justicia y la paz. El oyó el sermón de la montaña cuando Jesús enseñó, «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», «Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mateo 5, 9. 11-12)

San Judas escribió en su carta, «Queridos míos, al poner todo mi empeño en escribiros acerca de nuestra común salvación, me he visto en la necesidad de hacerlo animándoos a combatir por la fe transmitida de una vez para siempre a los santos» (Judas 1,3). San Judas sí luchaba por todo lo que Jesús trató de establecer. Como Jesús, San Judas fue «enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos» (Lucas 4,18).

A veces resistimos el reto del Señor para luchar por el reino de justicia y paz. Tememos la crítica y el conflicto; buscamos la comodidad y la conveniencia. San Judas no fue así. El trabajó por la justicia con mucho entusiasmo porque entendía que sin justicia, no hay una paz verdadera.

Por su compromiso al reino de justicia y paz, San Judas sufrió precisamente como Jesús había predicho, «Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre» (Mateo 10,22). Sin embargo, él disfrutó de la paz que Jesús prometió en la última cena, «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo» (Juan 14,27).

Oración

San Judas, tú muy valientemente predicaste la Palabra de Dios en las situaciones más difíciles. Como Jesús, tú defendiste a los pobres y oprimidos y desafiaste a los ricos y poderosos. Cuando te amenazaron con la muerte, no acudiste a la violencia o desesperación sino te acordaste de las palabras de Jesús sobre la paz y el perdón. Escucha nuestra oración por la paz y justicia en el mundo. Pide al Señor que nos dé la valentía para defender lo correcto. Ora para que seamos constructores efectivos de la paz como tú, especialmente donde hay guerra y opresión, en nuestras comunidades donde hay violencia y conflicto, y en nuestras familias donde hay discusiones y peleas. Amén.

Compromiso

Prometo levantar la voz y actuar contra la injusticia y trabajar por la paz dondequiera que yo esté.

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Día quinto – San Judas Tadeo, Servidor del Pueblo de Dios

San Judas tenía el privilegio de acompañar a Jesús diariamente. Aprendía del Señor cómo Dios nos ama y cómo debemos amarnos unas personas a otras.

A veces queremos que otros nos sirvan, que hagan lo que nosotros queremos y que atiendan a nuestras necesidades. Como San Judas, debemos aprender de Jesús quien dijo, «el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por mucho» (Mateo 20, 26-28).

En la última cena Jesús mostró a San Judas y a los otros apóstoles cómo deberían servir. Les lavó los pies y luego dijo, «Yo les he dado un ejemplo para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho.» (Jn 13:15)

San Judas no buscaba un premio por hacer el bien. Más bien, vivía lo que Cristo enseñó: «Cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer» (Lucas 17,10).

San Judas cumplió los mandamientos señalados por Jesús como los más importantes: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente», «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22, 37. 40). Jesús quiere que nos amemos como él nos ama: «Como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros»» (Juan 13, 34-35).

Oración

San Judas, aunque fuiste elegido por Jesús como uno de los apóstoles, aprendiste a no ser orgulloso, ni buscar honores o los lugares más altos. Al contrario, te humillaste en su servicio a tus hermanas y hermanos. Pedimos que nos ayudes a servir con un corazón más generoso y sacrificar nuestro propio interés por el bien de otros. Intercede por nosotros con nuestro Cristo crucificado, quien se humilló en la cruz, quien sacrificó su vida para que tengamos vida nosotros. Que lo imitemos con una vida de servicio a los demás, una vida dedicada y desinteresada. Amén.

Compromiso

Prometo cumplir un servicio a los que lo necesitan más o a los que no lo esperan.

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Día sexto – San Judas Tadeo, Reconciliador Compasivo

Aunque fue un apóstol, San Judas era humano como todos nosotros, y el perdón no le vino fácilmente. Pero, él aprendió de su Maestro, nuestro Señor, cómo perdonar. Probablemente fue sorprendido al escuchar a Jesús decir, «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen», «Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mateo 5, 44. 48).

Como San Pablo, San Judas predicaba, «Si os indignáis, no lleguéis a pecar; que el sol no se ponga sobre vuestra ira» (Efesios 4, 26). Y «Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano» (Mateo 5, 23-24).

¿Perdonamos a las personas que nos han ofendido? Y ¿cuántas veces debemos perdonarlos? Cuando Pedro hizo a Jesús esa pregunta, quizás San Judas oyó su respuesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mateo 18,22).

Cuando Jesús enseñaba a San Judas y a los otros apóstoles como orar, explicó, «Si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial» (Mateo 6, 14). Por esta razón rezamos con las palabras que Jesús nos enseñó, «perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden».

Oración

San Judas, apóstol de la misericordia y reconciliación, ayúdanos a perdonarnos unos a otros. Tú comprendes la profundidad de la compasión de Dios y nuestra resistencia a perdonar. Tú aprendiste de Jesús, el hijo de Dios, cómo ser misericordioso. El le enseñó cómo perdonar a los que le persiguieron y le dieron la muerte. Intercede por nosotros delante de nuestro Dios compasivo para que podamos perdonar a las personas que nos han ofendido. Ayúdanos a quitar todo vestigio de odio, amargura o rencor de nuestro corazón. Que tengamos la fuerza de perdonar como Dios nos perdona. Amén.

Compromiso

Perdonaré a alguien que me ha ofendido y trataré de reconciliarme con esa persona.

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Día septimo – San Judas Tadeo, Predicador de la buena nueva del Reino de Dios

Jesús entrenó a San Judas y envió a él y a los demás a las aldeas lejanas para predicar la buena nueva y para trabajar por el reino de Dios. Después de la ascensión de Cristo, San Judas se dedicó a continuar la obra del Señor y se acordó de su mandato, «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mateo 28, 19-20).

A veces pensamos que no estamos llamados ni enviados; erróneamente pensamos que no tenemos nada que ofrecer al mundo o que nos falta conocimiento o poder suficiente para cambiar las cosas. Nos olvidamos que por el bautizo recibimos una luz y fuimos comisionados igualmente como San Judas, «Vosotros sois la sal de la tierra», «Vosotros sois la luz del mundo», «Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5, 13. 14. 16).

San Judas sabía cómo llevar la buena nueva de Jesús a otros. Aprendió del Señor que cuando demos de comer a los hambrientos o beber a los que tienen sed o vestimos a los desnudos o visitamos a los enfermos o encarcelados, estamos haciéndolo a Jesús (Mateo 25, 31-46).

Valientemente San Judas anunciaba la buena nueva del amor de Dios y con entusiasmo predicaba la venida del reino de justicia, paz y amor. Recordaba las palabras de Jesús en la última cena: «En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo» (Juan 16, 33).

Oración

San Judas, tú dejaste tu casa y viajaste lejos para llevar la buena nueva del amor de Dios a todas las naciones. Predicaste con entusiasmo todo lo que habías aprendido personalmente de las palabras y obras del Señor Jesús. Tú valientemente enfrentaste la critica, el rechazo y al final el martirio. Pide al Señor que envíe al Espíritu Santo para que podamos ser fieles mensajeros del amor, perdón y justicia de Dios a este mundo tan egoísta, violento e injusto. Ayúdanos a ser la sal de la sierra y la luz del mundo por la manera caritativa y compasiva que hablamos y tratamos a los demás. Amén.

Compromiso

Actuaré según mi fe y llevaré la buena nueva de Jesucristo a otros por mis palabras, obras y ejemplo.

Judas Tadeo

San Judas Tadeo 1630-1635 Óleo sobre lienzo, Autor Ribera, José de.

Día octavo – San Judas Tadeo, Abogado en Casos Difíciles

San Judas fue más que un seguidor de Jesús; era su primo y amigo. Su estrecha relación con el Señor no solamente cambió su vida sino que lo convirtió en un abogado fuerte para nosotros. De Jesús llegó a comprender la profundidad de la compasión y la fuerza del poder infinito de Dios. Aprendió a no dudar de la sabiduría de Dios ni desconfiar de la misericordia divina.

San Judas entendía que todos queremos estar cerca de Jesús, ser su amigo, sentir el calor de su amor, y experimentar su poder de curación. San Judas escuchó a Jesús decir, «A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé» (Juan 15, 15-16).

A veces nos desesperamos del amor de Dios o por lo menos dudamos que Dios nos oiga. Nos preguntamos: ¿Por qué me va mal? ¿Dónde está el Señor cuando lo necesito?

Venimos a San Judas porque creemos que él es un hombre de compasión quien entiende que nada es imposible para Dios. Creyó lo que Jesús le había dicho en la última cena, «Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré» (Juan 14, 14). Él oyó a Jesús decir, «Dios lo puede todo» (Marcos 10, 27).

Oración

San Judas, tú eres el primo hermano y amigo de Jesús. Al acompañarle en sus viajes y verlo curar a los enfermos, aprendiste a sentir su compasión infinita y a experimentar su gracia salvadora. Tú creíste que él tiene las palabras de la vida eterna y el poder sobre toda enfermedad y la muerte. Intercede por nosotros ahora para que sintamos el cariño de su amistad, el calor de su presencia, y el poder sanador de su espíritu. Ya que nada es imposible para nuestro Dios, pidamos que él nos cure de toda clase de enfermedad del cuerpo y del alma. Amén.

Compromiso

Prometo animar a alguien que se encuentra en una situación desesperada.

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Día noveno – San Judas Tadeo, Fundador de la Iglesia

Como uno de los doce apóstoles, San Judas es un fundador de la Iglesia de Jesucristo. Dondequiera que San Judas viajara, trató de organizar comunidades en las cuales «Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón» (Hechos de los apóstoles 2, 44-46).

San Judas creía en la unidad e igualdad en la Iglesia. Como San Pablo, entendía que «Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro» (1 Corintios 12, 27). Porque todos somos iguales en Cristo, San Judas profesó con San Pablo que «No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3, 28).

Jesús prometió a los apóstoles enviar a su Espíritu, el Abogado, «Os guiará hasta la verdad plena» (Juan 16, 13). En Pentecostés, recibieron al Espíritu «Como de viento que soplaba fuertemente», «Empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse» (Hechos de los apóstoles 2, 2. 4). Ellos vencieron su miedo y predicaron con sabiduría y fuerza.

El Señor nos llama a todos para ser miembros activos de nuestras comunidades parroquiales, compartiendo nuestros dones y poniendo nuestros talentos al servicio de los demás. Debemos superar nuestro miedo y egoísmo para reforzar el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Jesús deseaba mucho que todos fuéramos uno como él y su Padre son uno. Que trabajemos todos por la unidad e igualdad entre todos los creyentes en Jesucristo.

Oración San Judas Tadeo

San Judas, tú viajaste lejos para llevar la buena nueva de Jesucristo a todas las naciones. Tú reuniste a la gente en comunidades de fe para que pudieran vivir el evangelio del Señor, compartiendo sus vidas y recursos, uniendo sus corazones y mentes en Cristo. Tú reconociste la dignidad de todos, la diversidad de dones, y la igualdad entre todos los hijos e hijas de Dios. Intercede con el Señor para que envíe a su Espíritu a cada uno de nosotros y a nuestros líderes de la iglesia para que podamos forjar una unidad e igualdad entre tanta división y discriminación en nuestras comunidades eclesiales. Ayúdanos a vencer nuestro miedo o egoísmo para poner nuestros dones al servicio de nuestras hermanas y hermanos en nuestras iglesias locales. Amén.

Compromiso

Prometo hacer algo para ayudar reforzar la Iglesia local, o sea, mi parroquia.

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Conclusión

El legado de San Judas Tadeo como santo patrón de las causas perdidas resuena con la experiencia humana universal de enfrentar la adversidad. Su historia es un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros siempre hay esperanza si perseveramos en la fe de nuestro señor Jesucristo. Al honrar su memoria, reconocemos la fuerza que proviene de la fe y el poder de la intercesión de Dios en nuestras vidas.

Las citas bíblicas que aparecen en este artículo provienen de la Sagrada Biblia, versión oficial de la Conferencia Episcopal Española, Editorial BAC.

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